24 de febrero de 2007

Salida 3 de Marzo: Piedra sillada









3 de marzo 2007, puente Cambil, loma Ubares, Piedra Sillada, Monticana y vuelta

En esta ocasión, Antonio había dejado en el blog su deseo de una ruta por Fornes, ya que estaba en pleno trabajo de preparación de su viña. El grupo, potente como de costumbre, se apresuró a poner rumbo a tierras granadinas. Los atrevidos en esta ocasión fueron: Antonio, Lola Díaz, Jesús, Paco Ponferrada, Ricardo y Manuel. Poquitos pero bien avenidos.

El desayuno de los cinco que íbamos desde Torre del Mar lo hicimos, como no, en “El Tigre” de Alhama, a las órdenes de su dueño Antonio. Y nunca mejor dicho lo de “a las órdenes de Antonio” porque a nuestra petición de los consabidos cafés con leche y tostadas de pan con aceite, le siguió lo que al tal Antonio le pareció conveniente: a parte de los cafés con leche, tostadas colectivas de requesón con mermelada, salmorejo con taquitos de jamón serrano y rodajas de tomate, paté con alguna que otra exquisitez que mi mente no acierta a recordar…y todo ello con unos movimientos de constante agobio y nerviosismo por parte del mencionado Antonio, que era mejor no observar para que tal manjar matutino no nos sentara mal. Reconfortados con semejante desayuno, nos fuimos en busca de Antonio con quien habíamos quedado en el cruce de la Resinera. Como detalle anecdótico, cabe destacar que Ricardito y yo inauguramos la temporada primavera-verano, del corte de la ingle, con nuestros pantalones cortos.

Tras el recorrido del carril, comenzamos la subida del temible cortafuegos del puente Cambil. La pendiente, en frío y con el “tigre en el estómago”, tuvo su guasa. Pero en fin, tras su correspondiente esfuerzo alcanzamos el carril de la loma Ubares, con una preciosa vista del Lucero, y en donde había un cazador camuflado al acecho de no sabemos muy bien qué animal. La subida por el carril y senda al Caballo nos deparó una vista impresionante sobre “la cadena”, barranco del Tejo… y la observación de la nueva y más robusta caseta de la cumbre, sitio en donde, con un sol espléndido, dimos buena cuenta del Ángelus que ofició, como no, nuestro Ricardito. De allí al alto de Piedra Sillada, con sus 1.674 m, fue un momento. Desde esta cumbre (de la que hay una foto del grupo menos de Jesús, el fotógrafo), la vista del cauce del Chillar, cortijo del Imán, Navachica, Tajos del Sol, Almendrón, Nerja, Sierra Nevada y un largo etcétera, fue un premio al esfuerzo.

La senda por la “fuenfría”, hacia la del collado de la Ventosilla, loma del Gallego y arroyo de la Monticana, la hicimos con ganas de sombra para la comida correspondiente. Relax, murmullo del arroyo, manjares, buen vino, mejor compañía, ¿qué más quieres, quieres más?.

Ya todo es cuesta abajo, dijo Antonio tras la comida, refiriéndose al camino de vuelta para hacer la circular hasta los coches. Bueno, no del todo. Todavía quedaban algunas “tachuelas” por carriles y sendas. Pasamos por las casetas de la Monticana, cortijo de Marchichi con su enorme pino a cuya sombra habían aparcado (¡no había otro lugar!) un coche, que intentamos tapar para la foto de Jesús, cortijo de Mazagate (Mazaáte según el sentir popular). El paso por la “trinchera” (enorme tajo en las blancas dolomías para el tránsito del carril, hecho en la falda de la montaña, a pico y pala, en la época del hambre de la guerra civil), nos condujo a otras sendas, más “tachuelas” y carriles recientemente desbrozados.

La bajada por el fresco de la umbría del arroyo Cacín nos regaló con la fuente Poma, poco antes de volver al arroyo de la venta, puente Cambil y coches, tras unas ocho horas y media de darle al calcetín y veintitantos kilómetros en las piernas.

Ruta larga, bonita, carrilera, de resistencia y potente.

23 de febrero de 2007

SÁBADO, 24 DE FEBRERO DE 2007. MACIZO SIERRAS PRIETA Y CABRILLA. SUBIDA A SIERRA CABRILLA. ÉRAMOS POCOS… Y FUIMOS MENOS.

La desbandada general de la Semana Blanca, con tanto docente montañero, se ha hecho notar. Esos grupos multitudinarios de antaño se han quedado reducidos, en esta ocasión a cuatro aguerridos, a saber: Ricardo, Miguel González, Luis y Manuel. Teníamos ganas de coronar al menos una de las dos cumbres del macizo Prieta-Cabrilla, ¡y vaya que si lo logramos!, con un día luminoso y de buena visibilidad. Pero bueno, vayamos por partes.

Ricardo me recogió en El Rincón a las 7,30 h y más tarde hizo lo mismo con Miguel en Málaga a la altura de El Viso. Con Luis quedamos para desayunar en Castra Vinaria (para los romanos), para nosotros, Casarabonela, y a eso de las 9,30 h enfilamos calles arriba en dirección a la senda que sube a partir del cementerio.

El cierto “amuermamiento” del inicio de las rampas, fue dando paso a un espíritu más acorde con la mañana. Día soleado, temperatura adecuada y enorme deseo de llegar a la cumbre, tras un primer intento fallido, semanas atrás. El continuo ascenso por amplias cañadas facilita vistas espectaculares hacia el sur, por unas laderas muy desprovistas de sombra, por lo que en verano, pensábamos, debe de ser un martirio esta misma ruta. La fuente de “los hornaos”, en medio de una vertiente plagada de zarzales, con una pileta apropiada y chorro potente, la vimos gracias al buen hacer de Ricardito, que con su consabida destreza en “husmear” por todas partes, acertó a vislumbrarla y a apercatarse de la profusión de jacintos amarillos de mediano tamaño. La continuación de la senda nos aupó hasta el carril, que como enorme llaga, recorre a media ladera, todo el macizo por su vertiente sur. De allí al puerto del “Madero”, solo resta ascender un cómodo tramo de senda, igualmente bien marcada. El cruce de sendas del puerto y el pequeño respiro, tan bien ganado, nos facilitaron la lectura de unas hojas de apoyo del grupo montañero “Pasos Largos”, que, con una profusión de detalles y fotografías orientativas, nos aclararon la ruta, hitos y cuestiones de interés.

El paso obligado a la vertiente norte del macizo, nos regaló un viento persistente, frío y molesto. Algunos pequeños pinsapos bien asentados y la proliferación de plantones protegidos, entre el pinar salvado de anteriores incendios, nos acompañaron por el recorrido de la umbría de Sierra Prieta, hasta el puerto intermedio entre la misma y Sierra Cabrilla, desde donde se divisa casi todo Alozaina. El Angelus en este punto y zafados provisionalmente del vendaval, nos preparó el cuerpo para encaramarnos, casi sin senda, hasta la plataforma en donde se asientan varios montículos que marcan la cumbre de Sierra Cabrilla, con 1.507 m y casi cuatro horas de marcha desde Casarabonela. El viento helador que nos azotó el tiempo que estuvimos en la meseta y la cumbre, desdibujó, en parte, el disfrute de la vista: al pié El Burgo, la carretera dirección Ronda, el acceso a Los Sauces, la sierra de las Nieves con su Torrecilla, las elevaciones de Benaoján y macizos de la provincia de Cádiz, sierra Blanca de Marbella, las sierras Prieta y de Alcaparaín y un sinfín de pueblos y elevaciones que no pudimos saborear en condiciones. El difícil lapiaz del terreno se hacía más complicado de andar por las rachas de viento que nos zarandeaban y empujaban lateralmente. Afortunadamente, el descenso de altitud nos cubrió de las inclemencias. Ya de regreso, tanto Miguel como Ricardo propusieron subir a sierra Prieta “en un periquete”, dada su “proximidad”, pero el paso de nuevo por su umbría y por la base de sus enormes tajos, generó la suficiente cordura como para convenir la subida en otra ocasión. El descubrimiento por parte de Luis de una senda poco marcada que se antoja hasta un collado mucho más alto, nos emplazó para la siguiente ocasión.

La comida en el puerto de la Madera fue reparadora y celebrada. Seamos los que seamos, las exquisiteces brillan con luz propia. El rito y el momento continúa con su encanto.

Y resulta que cuando íbamos a bajar por la senda de subida, a Ricardito le dio por investigar, como no, una antigua vereda que, casi sin perder altura, discurre en dirección al carril de vuelta. “Está muy marcada aunque está casi perdida”, indicaba con gran alboroto el ínclito, mientras nos iba introduciendo en un enorme aulagar con acupuntura integral de piernas, a pesar de los pantalones largos o de las polainas de Luis. Los últimos que han pasado por aquí han sido los “celtas cortos”, insistíamos los cuerdos que íbamos quedando, pero ni con esas. Efectivamente, a ratos se veían algunos muretes de contención de la senda, con lo que la felicidad de nuestro Ricardito por el hallazgo iba en aumento. Tras algún despiste aparecimos en el carril y tomando otra senda más clara que baja hacia el pueblo, aterrizamos por la plaza mayor en medio de una fiesta por el carnaval, con sus disfraces y todo. A “los piratas rurales” nos los encontramos en grupo, con cofre y todo, subiendo por una de las cuestas. Las pintas que llevaban (más rurales que piratas) eran todo un número.

Como resumen, ya en posición de vuelta a Málaga, valoramos la belleza del día, el encanto de la ruta y el hecho de haber hecho cumbre, por vez primera en el maciza de Prieta-Cabrilla. ¡Toda una gozada!

Luis se compromete a poner una entrada en el blog para que vayamos dando ideas de cara al próximo sábado.

Un abrazo montañero para los pocos presentes y muchos ausentes.

Manuel

18 de febrero de 2007

Salida 17 de febrero: setas en la Estación de Gaucín.







SÁBADO, 17 DE FEBRERO DE 2007. PARQUE NATURAL DE LOS ALCORNOCALES: RECORRIDO POR EL BOSQUE ENCANTADO EN BUSCA DE SETAS. ¡GRACIAS JERÓNIMO!

Apostar por una ruta con Jerónimo es jugar a caballo ganador: es un auténtico lujo contar con el conocimiento que atesora este intrépido montañero y excelente persona, sobre los entornos de la Serranía de Ronda.

Ya en la comida del sábado anterior, a propósito del precioso recorrido por Sierra de las Nieves que nos había organizado, Jerónimo nos propuso el actual de los Alcornocales en busca de setas. La idea, como de costumbre, se fue concretando a lo largo de la semana con las opiniones correspondientes plasmadas en el blog, de tal manera que el grupo se intuía numeroso, Y así fue. Acudimos a la cita desde puntos diferentes, doce más uno: Jesús, Jerónimo, Lola Díaz, Ricardo, Mari Lobillo, Luis, Nori, Carmen, Paco Hernando, Fali, Miguel Sánchez, Rafael y Manuel.

El punto de encuentro, Gaucín, para degustar un desayuno riquísimo y abundante, premonición del encanto y los sabores que la jornada nos iba a deparar. Ya en este punto el día nos quería regalar una tregua atmosférica, porque hasta ese momento oscuros nubarrones y lluvia persistente nos habían acompañado a lo largo del extenso recorrido por carretera. Tanto es así, que más de uno y de dos decían aquello de “hoy, a la calle de la Bola, después del desayuno”. Pero los hados del bosque encantado estaban de nuestra parte, y abrieron una brecha de buen tiempo para que pudiéramos adentrarnos, pasada la estación de Gaucín, en la ruta que Jerónimo nos había preparado por el parque natural de los Alcornocales.

Tras salir del asfalto y algunos kilómetros de carril, comenzamos a adentrarnos en un bosque singular, en busca de las anunciadas setas “chantarela”, de color amarillo y difíciles de localizar por su mimetización con la densa capa de hojas de roble, y de todo tipo, que forman la singular base acolchada del lugar. Preparados para el evento, con dos grandes cestas, y más moral que el Alcoyano iniciamos la búsqueda por carril, monte abajo y a media ladera. Enseguida pudimos percatarnos de la belleza del lugar. El bosque, ahora sí encantado, nos envolvió entre enormes alcornoques de cortezas en formación para una nueva saca, con gigantescos brazos de tremenda espesura, como si de potentes candelabros se tratara, robles centenarios de gran porte, abarcables en su perímetro, al menos por dos personas, quejigos inmensos, madroños, y un sin fin de árboles y arbustos entrelazados que hacían, a veces, difícil el paso. De cuando en vez, la búsqueda de setas en “guerrilla” que habíamos organizado por la ladera, ajenos ya a cualquier atisbo de senda, nos unificaba en algunos claros presididos por extraordinarios ejemplares de árboles de todo tipo, con troncos y ramas cubiertos por un musgo vivo y esponjoso, colonizado a su vez por una ingente cantidad de helechos. La cosecha de setas iba en aumento para regocijo de todos y la humedad del entorno generaba en las enormes rocas y en todos los volúmenes del lugar, el mismo tapiz de espeso musgo verde claro de los árboles, que suponía una belleza constante para la retina.

En tal frenesí setero estábamos inmersos cuando Jerónimo, en su imparable búsqueda y deambular, intuyó un buen recoveco que podría tener premio. ¡Y vaya si lo tuvo!. De su cama levantó a un enorme jabalí, negro zaino, con grandísima cabeza, cara de pocos amigos y apretados cuartos traseros, que tras unas décimas de segundo intuyó el espacio por donde salir a todo correr, monte abajo, entre las piernas de los petrificados presentes que atónitos observábamos el potente trotar del animal. Repuesto el tono vital y “la color de la tez”, empezamos a reaccionar al rato. Habíamos visto a un hermoso ejemplar de, al menos, cien kilos. Estaba claro que el día nos iba a deparar todo tipo de maravillas.

Todo el día fue un constante caminar por (según está considerado por los que más saben de esto), el bosque natural mejor conservado de Europa. Arroyos con enorme cantidad de agua, formando rápidos y profundas cascadas, que tuvimos que atravesar con el viejo truco de echar piedras al cauce, para que unos se mojen y los demás pasen. Árboles medio caídos con una vida y portes extraordinarios, con formas caprichosas, tapizados y colonizados de los consabidos musgos y helechos. Rocas escalonadas y alfombradas que nos forzaban a descender o trepar, siempre a media ladera y siguiendo el cauce río arriba, entre tal espesura, que nos obligaba a llamarnos y contarnos a menudo para evitar pérdidas. Se diría que a veces estábamos participando en una espectacular “gymkana”.

Los comentarios de todo el grupo eran constantemente de asombro. La belleza del lugar no tiene parangón. Como siempre valoramos por referencias o comparaciones, se hablaba de una belleza similar a la de la selva de Iratí, los bosques del Pirineo o, incluso, como comentó Nori, las selvas y espacios de Asia por ella conocidos. En todo caso, un auténtico lujo para los sentidos, en nuestra geografía provincial más cercana. Afortunadamente para su conservación, dado lo intrincado del terreno, por allí pasan Jerónimo y unos cuantos más, y alguno de ellos con pérdida de reloj inclusive, y si no que se lo pregunten a Ricardito que se lo encontró.

Nos lloviznó en algún momento, incluso durante la comida, celebrada en un bonito claro junto a un arroyo y con gran animación y manjares, como es costumbre de la casa. En el relax del descanso tuvimos un bello recuerdo hacia Pilar y Paco, con el deseo de su pronta recuperación y vuelta a este sin par equipo.

A todo esto, Jerónimo, que no puede parar, fue fotografiando, con trípode y todo, tanto en la comida como en todo el camino y prueba de su precioso reportaje es la muestra que Luis ha situado en el blog.

El regreso lo hicimos saliendo de la profundidad de la enorme vertiente por donde anduvimos todo el día, atravesando en la subida una preciosa extensión de brezo en flor hasta que llegamos de nuevo al carril de origen. El resto del recorrido, andando sobre llano, fue ir admirando el impresionante entorno y recordando tan espectacular día. La propuesta de pasear a Jerónimo a hombros en justa recompensa, lo atacó más de lo que estaba. Al final, reparto entre todos de los varios kilos de chantarela encontrados y una enorme satisfacción general.

Un día precioso, único y de enorme gratitud a nuestro amigo Jerónimo.

Abrazos montañeros agradecidos por la espectacular ruta.

Manuel

11 de febrero de 2007

Dia 10 de febrero> Sierra de las Nieves





10 de febrero 2007, Sierra de las Nieves

El pasado 10 de febrero, bajo la batuta de nuestro explorador Jerónimo, decidimos dar un buen paseo por la Sierra de las Nieves. A este efecto llamada nos incorporamos: Jesús, Mari Lobillo, Miguel González, Rafael, Paco Hernando, Fali, María Victoria, Lola Díaz, Ricardo, Jerónimo y Manuel. El recorrido, circular, lo hicimos desde el Puerto Saucillo en un día gris y nublado, con bastante fresco y ganas de pisar algo de la nieve que nos frenó días antes cuando habíamos programado esta misma salida.

La ruta por las cañadas Bellina, Hornillo, Ánimas, bajada a la fuente Canalizo y alguna que otra de cuyo nombre no puedo acordarme, nos deparó una jornada en dientes de sierra, con subibajas constantes que marcaron un perfil, típico rompe piernas. Gracias al GPS de Rafael, supimos, al final de la jornada, que habíamos recorrido unos 21 Kms. con 1.420 m de desnivel acumulado y cota más alta de 1.750 m.

Al poco del inicio de la ruta, y en un cruce de sendas en el que una de ellas está marcada como de no tránsito y por la que tras Jerónimo algunos entramos, parte del grupo se despistó. La lluvia, aunque suave, había hecho acto de presencia por lo que decidimos cobijarnos en un abrigo de la montaña hasta que el resto del grupo, tras la correspondiente llamada telefónica, hizo acto de presencia.

La subida por la cañada del Hornillo nos paseó por uno de los pinsapares más bonitos de la Sierra de las Nieves. Árboles centenarios y enormes encerraban un tupido bosque en tremenda umbría, cubierto de gran cantidad de musgo y belleza, con una repoblación natural nada frecuente. El Angelus, debidamente celebrado en la fuente del pilón del Hornillo, nos aportó fuerzas para atacar la falda norte del Picacho, en cuyo rodeo sentimos el azote frío del fuerte viento que nos acompañó casi todo el día. A la altura de la fuente del Canalizo nos encontramos con algunos aventureros que iban haciendo la ruta en sentido contrario a la nuestra. Ya, en plena subida de la cañada de las Ánimas, camino de nuestra cota más alta, volvimos a ver a otro grupo que, sin gran idea del recorrido y de lo que les esperaba, pretendían llegar a nuestro punto de salida, es decir, al Puerto del Saucillo, con escaso tiempo de luz. Tras la indicación pertinente desistieron y volvieron sobre sus pasos hacia los Quejigales.

La comida, al final de la cañada y entre manchas de la última nieve caída, nos deparó esos momentos mágicos de paz y relax, sobre todo para calmar el cansancio que habían bloqueado, momentáneamente, a Mari Lobillo y Miguel.

Ya la vuelta, pasando por la base de Enamorados y camino del puerto Saucillo de nuevo, dio pié a un buen reportaje fotográfico de Jerónimo y a la caza de una enorme liebre por parte del que suscribe, dando ya vistas sobre Yunquera. Fue tan potente el trastazo que me di contra las piedras del camino al tropezarme, que con la cabeza le golpeé a Rafael haciéndole la pascua, y por unos momentos me quedé sin aliento. Menos mal que bicho malo…

La poca luz de la tarde nos alumbró hasta la plataforma de los coches, con fotografías de fin de fiesta incluidas.

9 de febrero de 2007

Salida día 10. Sierra de las Nieves

Confirmada.
Salida: 7.00 desde Plaza Axarquia.
7.15: Rincón
8.45: Desayuno en casa Quini de Yunquera

Aviso: LLevar polainas y demás atrezo para la posible nieve.