Distancia recorrida: 15,3 km.
Desnivel: 300 m.
No sabemos si las excursiones de exploración despiertan poco entusiasmo en la comunidad caminante o el personal tenía muchos compromisos sociales, pero sólo 4 nos presentamos a la hora y el sitio convenido. Bueno todos no, Jesús 10 minutos más tarde.
A pesar de la ausencia de Cayetano que era quien tenía estudiada la ruta decidimos ir a ella. Aparcamos donde el carril asfaltado que sale de Arenas se une al carril de tierra que recorre el Añales. Un chico joven que trabajaba allí sus invernaderos nos atendió muy bien, nos dio las explicaciones que sabía, nos ofreció calabacines y nos permitió aparcar en su campo. Todavía hay gente maja.
Enfilamos carril arriba entre invernaderos y huertas hasta que el carril da un giro al Oeste para ir a Játar. Nosotros tomamos al Este, atravesamos una barrera que impide el paso de vehículos y cruzamos el Añales por primera vez. Enseguida el carril se divide en varios. El primero a la derecha pasa debajo del cortijo Castro y sigue el Añales. El segundo a la derecha pasa por encima del cortijo y tomando el ramal de la derecha después del cortijo también sigue el Añales uniéndose con el anterior, y el de enfrente va a unirse con el de la Resinera a la Cantera en la llanura de Cuevas Foñigas. Tomamos el que va por encima del cortijo pero hubiera sido mejor el que va por abajo para evitar los perros.
Continúa el carril por la margen derecha del Añales y al llegar a unas choperas se bifurca. Hay que tomar el de la izquierda, que asciende, porque el de la derecha cruza el río dirigiéndose hacia el Oeste. Poco más adelante, el carril termina en la margen izquierda al llegar al azud donde comienza una acequia. Sigue una senda casi borrada por la vegetación que cruza a la margen derecha cuando ya está a la vista la presa de una pantaneta. Se remonta el dique por la margen derecha y buscamos la cola de la pantaneta para cruzar la menor parte posible de ella y meternos en el río. El fondo de la pantaneta es barro puro y se clava uno hasta más arriba de la rodilla. Que se lo pregunten a Manuel que por unos instantes se le cambió la cara porque le pareció que se lo tragaban las arenas movedizas. Menos mal que es alto y la cabeza le quedaba fuera. Hay que buscar la crestita del barro…y tener suerte.
El Añales resulta un río con no mucha agua pero con mucha vegetación y totalmente virgen, con multitud de arañas de río que tienden sus telas de una orilla a la otra, con pececillos, y con mirlo acuático y lavanderas cascadeñas acompañándonos constantemente.
Atravesamos un primer cahorro, llegamos a la poza de las Higueras que cruzamos por un lomo rocoso y seguimos por el cahorro de las sabinas. Más adelante nos sorprendió una nueva poza que bautizaríamos después como “de la Manduca” y llegamos a la confluencia con un gran barranco que baja desde el Este (1100 m de altura). El río entonces se encajona en una garganta estrecha con tres cascadas consecutivas que quizá se puedan subir pero con dificultad. Con esa preciosa sorpresa decidimos terminar la exploración y volver a la poza de la Manduca para darnos un buen baño y aligerar las mochilas.
Una excursión en la que íbamos constantemente con la sensación de qué sorpresa nos aguardaría en el siguiente recodo, por un río virgen y con unas bonitas vistas a los paredones verdes y rocosos que forman el cauce. Continuaremos la exploración.
Y pasamos
Saliendo de entre las ramas de un pino caído
Paco P. en la poza de las higueras
Río arriba
Demasiados escalones
Gordolobo crecido
Baño en la Poza Manduca
Lonicera...
Thalictrum speciosissimum - Ruibarbo de pobres