28 de enero de 2007

21 de enero de 2007

Más fotos de El Almorchon






















Enviadas por Cayetano.






Recordad que si pinchais en ellas las podeis ver a tamaño normal y archivar en vuestro ordenador.

El Almorchón, 20 de enero. Fotos y crónica








RUTA ALMORCHÓN, GAITANES Y BOBASTRO, 20 ENERO 2007

Habíamos anunciado los alrededores del Huma en busca de jacintos y ya había un error en origen, tal vez sonaba a premonición. No eran jacintos sino “narcisos” lo que íbamos a buscar.

El punto de encuentro en la gasolinera Río Grande con el horario acordado, lo cumplimos con puntualidad británica. Como quedamos ya desayunados (primera vez que lo hacemos de esta forma), nos fuimos directamente hacia nuestro destino. La expedición, en esta ocasión estaba compuesta por: Antonio, Cayetano, Jerónimo, Jesús, Lola Díaz, Luis, Manuel, Mari Lobillo y Ricardo. La mañana era luminosa y bastante fría. A la altura de Ardales, camino de los embalses, el reloj exterior del coche se movía entre uno y tres grados y cuando aparcamos al lado del embalse del Conde de Guadalhorce, la humedad y el frío se dejaron notar. Con rapidez nos introdujimos en el largo y estrecho túnel labrado en la piedra, que comunica con la parte posterior del monte. A la salida vimos enseguida los primeros narcisos blancos y las primeras orquídeas del lugar. Caminamos por el carril que va subiendo hacia la derecha y por la senda que lo continúa, hasta aparecer encima del desfiladero de los Gaitanes, en donde estaban apostados un grupo de fotógrafos que confiaban en lograr buenas tomas del movimiento en los nidos de buitres que se veían en los cortados de enfrente. Desde el espectacular mirador en el que estábamos, la vista era para disfrutarla: el fondo del desfiladero, los tajos, los embalses de la Encantada del lecho del río y del alto del monte, el macizo del Huma soleado, y el cortijo Pedrero y las vertientes camino de la cumbre, por donde hace poco tiempo subimos con una densa niebla.

Tras un paso por crestas rocosas iniciamos la subida a la parte alta del Almorchón, mientras Jerónimo y Ricardo trepaban al pico el Convento que habíamos dejado junto a la senda. Y aquí comenzó la aventura del día. Ya Cayetano había plasmado en el blog un aviso de caminantes: “salida para investigar rutas”, ¡y vaya que si investigamos!. La idea original de la mañana era, una vez en el Almorchón, bajar al cauce del río, subir al embalse alto de la Encantada, volver a bajar en busca de los coches y marcharnos a las ruinas de Bobastro. Ya comeríamos donde se pudiera.

La bajada tenía dos alternativas: o por la derecha, con una pendiente tratable, a través de una senda medio marcada en un antiguo cortafuegos y que nos llevaba a la carretera, o por la izquierda, que salía más cerca del siguiente monte a subir, pero con mucha más pendiente. Para Cayetano, el estudio de los planos y el recuerdo de rutas anteriores, indicaba que la bajada por la izquierda era totalmente imposible por los tajos insalvables que nos íbamos a encontrar en cuanto descendiéramos un tramo, pero se quedó más sólo que la una defendiendo su criterio. El resto del grupo, más o menos convencidos, pero con más valor que el guerra, decidimos “tirarnos monte abajo” a ver que pasaba. Y pasó que comenzamos a descender hasta que aparecimos encima de unos enormes tajos, que efectivamente eran insuperables. Y allí fueron los “padres tuyos y las madres mías”. Ya no había vuelta de hoja: o subíamos de nuevo y bajábamos por la ruta que había propuesto Cayetano, o girábamos a media ladera por el monte, buscando alguna bajada posible. Y eso fue lo que hicimos, por sendas de cabras entre el matorral, y comprobando que los diferentes escalones de tajos que encontrábamos eran igual de insalvables que los anteriores. Así nos llegó la hora del Angelus en el giro de ciento ochenta grados que describíamos en torno al Almorchón. Está claro que seguíamos “investigando rutas” como muy bien nos había vaticinado Cayetano, a quién por cierto le prometimos obediencia ciega en su dirección y en cuanto fuera menester a partir de ese momento.

Al final, después de dar toda la vuelta, encontramos la senda sobre el cortafuegos prometido. La bajada, con un recorrido precioso, la fuimos haciendo por unas rocas de arenisca redondeadas, en múltiples saltos, a través de una senda labrada con formas a veces de escalera, y que llegamos a la conclusión podría datarse de la época de la dominación árabe que tuvo la zona.

La comida bajo unos grandes pinos, con la vista sobre el Conde del Guadalhorce y las lomas hacia Teba, Almargen y Cañete, volvió a deparar esos momentos mágicos que aportan al descanso del guerrero: vinos exquisitos, manjares para todos los gustos, postres variados y una agradable conversación reconfortante.

Los cuatro ocupantes del coche de Antonio se marcharon después de la comida, porque cuestiones familiares del conductor lo requerían y los restantes decidimos ir como fin de fiesta a Bobastro y al embalse alto de la Encantada. En la basílica mozárabe de Bobastro nos encontramos a un grupo de una coral (que curiosamente conocían a Cayetano) y que nos regalaron, como broche de oro, con la interpretación de seis canciones, a cuatro voces, (dos motetes, una canción francesa de principios del XVI, el “Gaudeamus Igitur” y dos perlas más) en el ábside de la nave central de la basílica. La sonoridad perfecta, y el clima y el entorno como de encanto. En un momento en que Cayetano y yo (sentados en la parte alta de los muros) seguíamos con júbilo la interpretación, le comento por lo bajinis: “me encanta la voz del bajo”, a lo que me respondió con naturalidad “es mi hermano”. Ahí queda eso. Con razón lo conocían

Con el espíritu alimentado por la música y con el recuerdo de la espectacular vista desde el embalse alto de la encantada, nos volvimos caminito de Málaga, pensando ya en la próxima salida a la Sierra de las Nieves con la guía de Jerónimo. El recorrido del sábado será bastante largo (en torno a veintitrés kms.) entre pinsapares, cañadas, subidas y bajadas y sendas para todos los gustos, y necesitará del siguiente horario: salida de Torre del Mar a las 7 h, paso por Rincón de la Victoria a las 7,20 h, por El Palo 7,30 h, por la gasolinera del Limonar 7,40 h y llegada a Yunquera para desayunar a las 9 h.

Se trata de disfrutar en nuestro entorno.

Abrazos para todos

Manuel

15 de enero de 2007

Salida para el sábado 20 de Enero

Se acordó la ruta para el próximo sábado en base a los alrededores del Huma en busca de narcisos. El punto de encuentro será en la Gasolinera de Río Grande, a las 8,30 horas, ya desayunados (a fin de disponer del máximo de tiempo), por lo que el centro de salida en la plaza de la Axarquía será a las 7,30 h.; paso por Rincón de la Victoria a las 7,50 h; y gasolinera del Limonar a las 8 h. Obviamente, cualquier otra incorporación conviene acordarla a efectos de organizar los coches.
Por favor, en "comentarios" comentad los que teneis intención de ir para organizar los coches. Gracias


A requerimiento de Jesús he bosquejado una
posible ruta para el próximo sabado.

En base a la ídea original que él me ha dado os he confeccionado la ruta que adjunto
Total: 11,18 Km
Altura inicial: 222 m
Altura Maxima: 652 m
Altura llegada: 388 m
Ascensión acumulada: 962 m
Un saludo.

Cayetano.

AVISO DE CAMINANTES:
Es una salida para investigar rutas.

14 de enero de 2007

La maroma, 13 de Enero





LA PRIMERA DEL 2007. MAROMA CON BUEN TIEMPO. 13 DE ENERO


Ya tocaba inaugurar el año montañero y la Maroma se brindaba como una buena oferta para este grupo tan enamorado de una de sus montañas emblemáticas.

Paco Hernando tiene por costumbre finalizar el año con esta subida y así lo hicimos el 30 de diciembre del 2005 tres entusiastas, desafiando vientos heladores que nos azotaron y zarandearon a su antojo, camino y vuelta de la cumbre. Pero en esta ocasión, por encajes familiares y personales de unos y otros, la clausura del año se quedó pendiente, por lo que la propuesta de Fali para inicio de temporada tuvo excelente acogida. Como dice Paco que decían en sus orígenes, cuando el grupo eran dos o tres y se acercaba el sábado, y mirando a la Maroma, como si de una enamorada aparición se tratara, acordaban: “el sábado sería menester subir a la Maroma” Y subían, irremediablemente, sábado tras sábado. Entonces, nos sigue ilustrando Paco, no había ni sendas ni nada que se pareciese; cada vez entraban y salían por sitios diferentes. Estaban marcando los primeros itinerarios, en competencia con la cabra montés, y asentando las rutas que hoy conocemos. A buen seguro eran parte de los pioneros de Sierra Tejeda. Hará algo más de un año, en una de las acostumbradas subidas, y hablando de todo esto, le interrogaba a Fali sobre el número aproximado de veces que él pensaba habría subido a la Maroma. Pensó, evaluó, hizo sus cálculos trigonométricos y “tirando por lo bajo”, me confesó que ¡“unas doscientas cincuenta veces”!.

Ha llovido mucho desde entonces, (aunque tal vez no tanto como sería necesario) y ahora hay sendas marcadísimas que te empujan a la cumbre, quieras o no, desde multitud de sitios diferentes. La Maroma es uno de los objetivos, la poderosa atalaya desde donde oteamos esas vistas impresionantes por los cuatro puntos cardinales. Con buena visibilidad, en invierno o en verano, el espectáculo está asegurado. A pesar de la aparente repetición de la escena, siempre hay un detalle, un tono luminoso, esas nubes y nieblas encajadas en los valles, que recortan los perfiles de las múltiples cadenas montañosas a diestra y siniestra, la nieve o su ausencia de la lejana y cercana Sierra Nevada, las coloraciones y reflejos caprichosos del mar, la visión, a veces antojada, de las intuidas elevaciones del Rif africano y el Peñón, la casi percepción de la curvatura terrestre en el horizonte marino, la fuerza de esos pueblos blancos moriscos que nos intuyen su rica historia, los entornos de la Sierra de las Nieves y la Torrecilla, el intento por suponer viejas sendas que debieron trepar (tal vez hoy perdidas) desde las cañadas más profundas, las concentraciones luminosas que delatan, en la oscuridad de la noche, la ciudad de Granada o los pueblos desparramados en rededor del macizo…. Un regalo para la vista y el espíritu.

Como se comentaba, la oferta de Fali cuajó, y tras algunas conversaciones telefónicas y los consabidos correos, plasmados como comentarios en el blog del grupo, que Luis tan bien coordina, nos pusimos de acuerdo para iniciar el año montañero.

El desayuno tuvo lugar a partir de las 8,30 h, en el bar de Ventas de Zafarraya, a donde llegamos en tres coches, desde diferentes procedencias: Ricardo, Paco Hernando, Nori, Miguel González, María Victoria, Manuel, Luis, Lola Valle, Lola Díaz, Jesús y Carlos (casi la docena). Previamente, en Torre del Mar, Fali fue a saludarnos, entregarnos los carnets de la Federación para el nuevo año y desearnos buena ruta. Altas empresas lo requerían.

Salimos del Robledal pasadas las 9,30 h y llegamos a la cima como a la una menos cuarto. La subida la hicimos por la senda de los barracones y la bajada por el carril habitual con el pequeño atajo conocido que evita una gran curva. El Angelus fue concelebrado, con su liturgia correspondiente, al coronar el Salto del Caballo, ante la mirada atónita de cuantos acertaban a pasar por allí. La llegada a la cumbre fue como a un festival. Si no había cincuenta personas no había ninguna. Diríase que se hubiera hecho propósito colectivo de un potente inicio de año, por lo que, a pesar del buen tiempo, de la casi ausencia de viento y de la buena visibilidad, decidimos bajar a comer a la Tacita de Plata, para disfrutar de la tranquilidad y consabida armonía del grupo.

Las comida, para variar, exquisita y los caldos no le iban a la zaga. Nori nos agasajó con una comida japonesa (de la que ahora mismo no recuerdo el nombre; perdón por mi torpeza) a base de arroz, trucha ahumada, y unos sabores picantes y peculiares, que dieron, como no podía ser de otra forma, el toque exótico al festín. Claro que, según queda reflejado en las crónicas del momento, aquel manjar hubiera sido superlativo si se hubiera acompañado de la correspondiente salsa de soja, que hábilmente, y para escarnio colectivo, Luis había olvidado en la casa junto a la necesaria petaca de brandy que el personal demandó con insistencia a los postres. Las crónicas no cuentan si al final de la jornada, la avisada regañina y el ejemplar correctivo por parte de Nori se llevó a efecto, dado el imperdonable olvido. Motivo hubo.

A lo largo del estupendo banquete, ya con Lolita en su lecho de piedra imaginando un rato de siesta, cundió la idea de ir creando diferentes rincones en el blog y en la página web, sobre los aspectos más variados. De entrada se propuso uno de cocina con aporte de recetas variadas y no difíciles de confeccionar, (pensando en los que somos más torpes). María Victoria nos agasajó con una coliflor “modalidad Pilar”, de chuparse los dedos, Lola Díaz nos transporta con su piña con “duende”, los tes de Lola Valle son de fama bien ganada, etc. etc. Es decir, todo aquél que pueda aportar y enriquecer que lo haga, para mayor gloria de todos.

La bajada tuvo su rato de atención máxima, al cruzar de nuevo, como en la subida, la nieve helada por las umbrías del Salto del Caballo. Afortunadamente, tras algún resbalón, paso de baile y caída suave, todo quedó en eso.

Ya de nuevo en los coches se acordó la ruta para el próximo sábado en base a los alrededores del Huma en busca de jacintos. El punto de encuentro será en la Gasolinera de Río Grande, a las 8,30 horas, ya desayunados (a fin de disponer del máximo de tiempo), por lo que el centro de salida en la plaza de la Axarquía será a las 7,30 h.; paso por Rincón de la Victoria a las 7,50 h; y gasolinera del Limonar a las 8 h. Obviamente, cualquier otra incorporación conviene acordarla a efectos de organizar los coches.

Este año se antoja interesante. ¡No os lo perdáis!

Abrazos múltiples para todos

Manuel

13 de enero de 2007

ODA al vino

Grande, Félix. (2003): La balada de98l abuelo Palancas, Barcelona, Galaxia Gutenberg, Circulo de Lectores, pp. 143-146


“Cuando dejó atrás la escalera y asentó sus dos pies sobre el suelo del patio, antes que a su persona todos vieron a su sonrisa. «Hijo -explicó-: te tengo que enseñar una cuestión mu principal...» Y allí, en presencia de todos los jornaleros, que escuchaban con gravedad y aprobaban los argumentos de Palancas con movimientos de cabeza, enumeró para su hijo todas las virtudes del vino, tanto las que tenían que ver con los misterios de la nutrición, como las que se vinculaban a la curación de las enfermedades del cuerpo, de los nervios, del criterio y del alma, sin olvidar las potencias de tan extraordinario líquido en la tarea de aliviar la desconfianza, reparar los rencores, soldar las amistades y acrecentar la buena voluntad; le recordó a su hijo que el hombre más bueno que había nacido en los linderos de la Tierra, llamado comúnmente Nuestro Señor Jesucristo, en el trance de tener que hacer un milagro para el bien de una multitud, no había convertido el vino en agua, líquido también respetable desde las simientes del tiempo, sino que con su gran sabiduría había ejecutado la magia de convertir el agua en vino, y esto era tan cierto que incluso figuraba en las Sagradas Escrituras; le aconsejó que cayese en la cuenta de que en la incalculable extensión de la especie humana a la que todos tenemos la honra de pertenecer desde el nacimiento hasta la muerte, únicamente se alejaban del vino las gentes de poco fiar, esos que caminan por las calles como conspiradores y no miran de frente y nadie sabe nunca si lo que dicen es verdad o mentira... y los pobrecillos desgraciados que están agarrotados por un mal incurable, y aun éstos solían de vez en cuando echarse una gota a escondidas, no por gula ni por desobediencia, sino porque el vino tiene, como es sabido y justo, una imponente fuerza de gravedad; manifestó que a este líquido inmemorial, y se podría decir que hasta sagrado, nadie en su sano juicio podía hacerle ningún reproche, y que sería una injusticia culparlo de ninguno de los muchos errores de los hombres, incluso del error gravísimo de llegar a los andurriales donde reina la borrachera, ya que toda la culpa que cabe en una borrachera procede de la falta de maña y de la sobra de soberbia de los bebedores que no tienen la cabeza en su sitio, mientras que el vino es inocente siempre; y que en sabiendo cómo tratar con él, nadie se chispa, por muy mucho que empine el codo, ya que este líquido de tanto prestigio y tan benefactor del ánimo entra por la garganta, recorre todas las entrañas del hombre arrastrando las impurezas de los recovecos del cuerpo antes de que esas impurezas tengan tiempo de convertirse en achaques desagradables o en dolencias cansinas, y a la final sale por la vejiga, habiendo confortado las pesadumbres de la existencia y habiendo efectuado el drenaje de los estorbos de las venas, con lo que la sangre, que es mismamente el motor de la vida, circula sin ningún sobresalto a lo largo de la máquina humana, evitando que se escacharre, y llevando la salud y la fuerza y la conformidad a todos los confines del cuerpo, desde los pelos de la cabeza hasta las uñas de los pies; esto era así desde los tiempos del santo Noé, que había salvado una pareja de todas y cada una de las especies de este mundo en una enorme barca de madera que navegó durante todo el tiempo que había durado una tormenta horrenda llamada Diluvio Universal; y, como todo el mundo sabía, el santo Noé, en agradecimiento por haber sido designado para llevar a cabo aquella salvación clamorosa, brindó con vino para darle gracias a Dios y gusto y agasajo a su propia persona; es verdad que un hijo del santo Noé tuvo que tapar a su padre para que no se le vieran las pelotas y para que durmiese con discreción la borrachera, pero también era verdad que el santo Noé se había chispado porque el vino que bebió no era de buena calidad, a causa de que estaba pasado de acidez, lo que explica que es indispensable no sólo conocer los misterios de la elaboración del vino, que nunca debe deshonrarse con defectos tan groseros como el de la sobra de acidez, sino también el no olvidar que beber vino es un arte casi tan grandioso como el arte de elaborarlo; de donde se deduce que un bebedor queda obligado a desconfiar de todos los vinos carentes de merecimiento, y que incluso es preciso aprender cómo beber los vinos que no mienten ni dañan, y que ese aprendizaje tiene su miga, como todo en la vida; y uno de los primeros cono cimientos necesarios para llegar a disfrutar del vino es tener muy presente que se puede beber cuanto nos pida el cuerpo, pero bien entendido que hay que beberlo en bota de buen cuero o en cristal, pero nunca, lo que se dice nunca, en cobre: beber en cobre, jamás de los jamases. «Como lo estás oyendo», concluyó. «Ya has visto que me he bebió un azumbre de vino esta mañana en mi garrafa de cristal y que me ha sentao como gloria bendita. Y fíjate lo que son las cosas: me he echao a la boca na más que medio sorbo desde la venencia de cobre, y me noto una miaja chispaíllo... Así que ya lo sabes: en cuero o en cristal, to lo que te se antoje. Pero en cobre, ni catarlo. ¡No es traicionero ni na el cobre, la Virgen, qué traicionero es! ¡Joder con el cobre! ¡Al cobre lo inventó el demonio!» Durante el resto de su vida, mi padre se reía con carcajadas ruidosas y fecundas cada vez que recordaba, para solaz de los presentes, aquella picardía del abuelo Palancas. Y alguna vez mi madre me contó que, en el día de su boda, su marido aconsejó a los convidados que bebiesen sin tasa, puesto que el vino moviliza a los jolgorios de la santidad, pero que a nadie se le ocurriese beberlo en vasija de cobre, ni aunque hubiera hecho promesa de penitencia”.