Sierra de Alcaparaín. 12-2-2011.
Participantes: Manolo de Nerja, Ricardo, Carlos, Miguel de Torre, Antonio de Fornes, Jesús, Manuel de Rincón, Lola Díaz, Ana, David, Paco Ponferrada, Manuel de Málaga y Jerónimo. Esperábamos a Cayetano y su perra pero no aparecieron.
Distancia: 16 km. Desnivel acumulado: 870 m.
Se accede a la ruta desde el Puerto de Málaga, entre Carratraca y Ardales, por el carril que sale al Oeste entrando en la cañada del arroyo del Conejo entre los cerros del Mojón y el Capellán. Al llegar a una divisoria de carriles al lado de una balsa contra incendios aparcamos y enfilamos hacia el Sur por el carril de en medio que está cerrado con una cadena. Es el carril que se introduce por el valle del arroyo del Conejo.
Poco a poco el grupo se puso en marcha y comenzamos a estirar los músculos y a combatir la frescura mañanera con los primeros repechos. Dejamos un cortijo derruido a la derecha y entre pinos carrascos y praderitas de yerba incipiente y fresca íbamos bastante bullangueros y alegres, pero el ritmo que impuso Manuel de Málaga y los repechos del carril fueron atemperando las voces y las conversaciones. Termina el carril y comienza la senda con vistas muy bonitas sobre todo hacia el Este, hacia la loma de la Herriza, en la que sobresalen farallones rocosos que la erosión ha dejado al descubierto. Hay también un cuevecilla con un pilar exento que parece ayudar a sostener la roca del techo.
La senda está muy bien trazada, con ascenso constante y uniforme, y sujeta por albarradas de piedra que en el último trecho antes de coronar la cresta aparecen unas encima de otras como una sucesión de paredes.
En la cresta la senda se divide. Un ramal a la derecha, baja al punto de salida por la cañada paralela más al Oeste (sería nuestro regreso), mientras que la del frente se mete en el altiplano de la Sierra por una trocha entre carrascas y coscojas para desembocar en el carril que desde Ardales sube a la Sierra y baja hacia Carratraca. Las vistas eran espectaculares sobre todo por la gran cantidad de nieve que tenía la sierra de las Nieves y unas pinceladas de ella que conservaba la Blanquilla.
Continuamos por el carril en dirección Este y Sur. Las conversaciones volvieron a crecer en número e intensidad favorecidas por el llaneo y por la posibilidad de caminar en paralelo, cosa imposible en la trocha, pero en la primera curva a la izquierda cuando el carril comienza a descender, Manuel de Málaga nos metió a buen paso por otra trocha ascendente, hacia el Sur, y de nuevo se volvieron a acallar las voces, hasta llegar a los tajos que caen al valle del Turón. Allí se cambiaron las conversaciones por exclamaciones de admiración. Aparece el valle de la Dehesa de los Galvanes a vista de pájaro con las parcelas delimitadas por ribazos, con los sementeros verdegueando y los almendros blanqueando, con los olivos en perfecta alineación, con los cortijos y las casitas desparramadas aquí y allá unidas por caminillos, con el río Turón al Oeste y la blancura de las casas del Burgo apretujadas entre las colinitas. Y todo ello en una mañana luminosa, con sol radiante, sin viento ¿cómo no quedarse extasiado ante este panorama? Con razón decía Manuel de Rincón “señor, señor, pero a qué sitios más bonitos me traéis”.
A duras penas retomamos la senda hacia el Este, bordeando los tajos, parándonos de vez en cuando a disfrutar de las vistas. Encontramos la vereda que sube desde puerto Martínez y ya teníamos el vértice geodésico del Grajo (Valdivia dicen los mapas) a tiro de piedra. Excelentes vistas sobre el valle del Arroyo de las Cañas, Carratraca, los pantanos, las sierras detrás de Carratraca, Almorchón, Encantada y Huma. A lo lejos la Maroma, Lucero y Sierra Nevada.
En la cúspide hicimos la parada del Ángelus y luego desandamos el camino por el altiplano. Pero antes de descender aún nos acercamos al Tajo de la Canana sorteando las carrascas por encima del lapiaz. Las vistas desde la Canana al valle del Turón son también inolvidables y claro, de nuevo Manuel de Rincón repitió su cantinela. Cuesta entrar al Tajo pero las vistas recompensan los pinchazos de las carrascas y los tropezones y resbalones por las rocas.
Almorzamos antes de descender por la cañada paralela al Oeste de la que habíamos ascendido por la mañana. La senda en esta cañada también está muy bien construida con sus albarradas y serpentea primero por la ladera derecha, luego por la izquierda y de nuevo por la derecha. Cuando la senda cruza el fondo de la cañada casi se pierde pero Manolo la recuperaba enseguida. Los contrastes de la vegetación con los farallones rocosos son tan impresionantes como en el valle del Conejo, pero el valle por el que descendimos es mucho más estrecho, empinado e intrincado, con gargantas que el otro no tiene.
Termina la senda en un carril por el que seguimos descendiendo, pasamos junto a una casa forestal abandonada y terminamos en donde habíamos aparcado. La Sierra nos despidió con un paseo entre preciosas margaritas (Bellis) que por la mañana estaban cerradas.
Una sierra a la que volveremos.
Vereda arriba
Enriscado
Parte del grupo con la sierras Prieta, Cabrilla y de las Nieves al fondo
Carratraca desde el Pico del Grajo
Preparando el ángelus en el Pico del Grajo (1.293 m)
Bajando hacia la meseta de la Sª de Alcaparaín
Subiendo al Cerro de la Canana
Tajo de la Canana
En el Cerro de la Canana
Cañada del Arroyo de la Cancha
Bajando por la Cañada del Arroyo de la Cancha
Castillos de piedra
Carratraca entre dos rocas
Pozo en la antigua Casa Forestal
Bellis
Vinos