Río Añales, 17 de septiembre de 2011.
Vídeo salida Río Añales
Participantes: Cayetano con su perra, Paco Zambrana, Fali, Ricardo y Jesús.
Distancia recorrida: 12,5 km aproximadamente
Desnivel salvado: unos 600 m.
Entramos por Jatar y seguimos por el carril asfaltado, continuación de la carretera, que va hacia una especie de polígono industrial y luego gira al Norte para bajar hacia Arenas. De él cogimos un ramal a la derecha que baja hacia el molino Hiñales y a media ladera dejamos el coche. Continuamos a pie, cruzamos un primer arroyo con agua por un puentecillo de hormigón, y en vez de seguir el carril que tomaba dirección Norte, subimos campo a través un pequeño lomo, a unas ruinas con era, y de allí continuamos por una sendita mal marcada, entre bancales abandonados, hasta que se convirtió en un carrilillo que cruzaba el río Añales y empalmaba con el carril que por la margen derecha del río sube desde el cortijo Castro hacia el pantanito.
El carril cruza el río y muere en una chopera, en la parte de arriba de la cual sale una senda casi borrada por la vegetación que vuelve a cruzar el río y se encarama a la presa del pantanito.
Epilobium hirsutum, estigma y estambres
Cruzar el pantanito fue mucho más fácil que en la excursión de julio porque el nivel de agua estaba más bajo y el fango mucho más consolidado. Seguimos el río de modo similar a la excursión del 3 de julio de este año con la diferencia de que a la zona de las tres cascadas llegamos a las 11.30. Tomamos el Ángelus para coger fuerzas y trepando nos encaramamos a la primera en la que hay una poza preciosa, a la segunda y a la tercera para encontrarnos con la sorpresa que allí el río hace un recodo en dirección Oeste y había una cuarta cascada más grande que las anteriores, imposible de trepar.
Primera de las tres cascadas
Cuarta cascada
Salimos del río por la ladera derecha y allí nos encontramos con Cayetano y su perra que había evitado las otras tres cascadas anteriores subiendo por la ladera derecha. Regresamos al río de nuevo por encima de la cuarta cascada y por él proseguimos un rato, pero las zarzas y los rosales hacían difícil el tránsito hasta que llegó un momento que nos lo impidieron.
Cayetano y su perra
De nuevo salimos del río por la ladera derecha para volver a él un poco más adelante en un punto donde al Añales se le une por la izquierda otro arroyo con agua. Era imposible continuar por el río y decidimos salir de él por la ladera izquierda buscando un cortijo derruido que habíamos visto, hasta el cual sabíamos por Cayetano que llegaba la senda que une Játar con el puerto de Cómpeta. Era una cortijada grande que nos figuramos también habría servido de venta y hacia el Sur tenía una llanura suave, llena de junqueras, que habrían sido tierras de labor en otro tiempo. Cruzamos la ladera buscando el arroyo que la delimita por el Sur y en una cascadita nos dimos una buena ducha antes de comer bajo los pinos a la vera del arroyo.
Ricardo no quiere mojarse los pies
Comida un poco accidentada, además de por la consabida discusión de la elección del lugar, porque Ricardo perdió sus gafas. Nos movilizamos todos, incluso los que ya estábamos sentados sacando el condumio, para buscarlas sin éxito y cuando ya habíamos renunciado a seguir buscando y nos sentamos otra vez para comer Ricardo abrió la mochila y allí estaban. No lo castigamos sin comer porque ya lo conocemos y nos tiene acostumbrados a sus despistes, pero se lo merecía.
Poza de las higueras
La senda en dirección a Játar remonta un puertecillo en la que va encajonada en una trinchera natural desde la que hay un panorámica preciosa, hacia el Este al Añales y a la mesa de Fornes, al Norte Játar, Arenas y el pantano de los Bermejales y al Sur la delimita la vista el Lucero, Lucerillo y el cerro de los Machos; se ve que la senda nuestra, en dirección Sur, pronto empalma con un carril que lleva al que de la Resinera sube al puerto de Cómpeta.
La senda se mete en una zona de enormes pinos resineros y sabinas pero después el terreno cambia, desaparecen los pinos y quedan las sabinas. Cerca ya del polígono industrial decidimos abandonar la senda y bajar a un cortijo-aprisco, hacia el Norte, porque creímos que llegaríamos antes al coche. Craso error porque tuvimos que bajar y subir para cruzar al menos tres arroyillos, sin senda marcada, y ese sube y baja junto con la solanera que pegaba bien, nos agotó. Llegamos exhaustos al coche. Deberíamos haber ido al polígono industrial y haber seguido el carril asfaltado para bajar luego al coche. Un ejemplo de los muchos que demuestran que los atajos son peligrosos.
En resumen, el Añales es un río que merece la pena que entre en las excursiones del grupo, pero hacerlo hasta las cascadas. Si se quiere se puede trepar sin mochila a las tres primeras y tomar un baño entre esos paredones que las constriñen, pero luego volver río abajo sin más. De las cascadas hacia arriba hay que olvidarlo.