Esta no fue una salida más: en el sitio más inesperado, Pilar tuvo una de esas caídas que llamamos tontas y se partió la tibia y el peroné. Tuvo mala suerte. Tuvimos mala suerte, aunque dentro de esa mala fortuna tuvimos la suerte de cara: pudimos inmovilizarla (ya sabemos que esos tubos de plástico que ponen a los pequeños plantones sirven para algo más), logramos contactar con emergencias y estábamos cerca de un lugar donde el helicóptero pudo aterrizar. Pasamos un rato regular, pero como dice el refrán, bien está lo que bien acaba.
Como ya hemos dicho, esperamos verte pronto recorriendo las montañas con nosotros. ¡Ánimo!